lunes, febrero 05, 2007

Fragmento de un manuscrito hallado en la tumba del Rabí Caleb

Tal vez ha sido demasiado tiempo.

Tal vez.

Tal vez he estado escribiendo estas líneas por demasiado tiempo, sin ningún motivo aparente, sólo esperando que encajen en un plan mayor que yo, el cual nunca podré ver.

Pero sé que no es así.

Nunca ha sido tan cierto como ahora, nunca antes un camino tan claro, nunca antes la realidad ha sido tan explícita, nunca antes.

Sin embargo, retrocedo a épocas lejanas donde el mundo era un lugar peligroso y vacío, y a los días de noches cerradas, huyendo del látigo y el hacha del verdugo, de los días de gloria, de lujos y cortesanas y valses y bacanales y sordidez. Esos eran días, eso era vida, nada como ahora, sin embargo ahora es mejor.

"Para quien no está, el mundo, junto con todo lo que ocurra con el es mera fantasía, nada sino el vacío, el mismo vacío que esperara al momento siguiente de tu muerte."

Las palabras emergen a la memoria, esta memoria ajena. No soy sino un interprete de algo más alto que yo. Este mundo, mi casa, el lugar propio para el solaz deseado.

Dormiré el sueño del justo, ya que ni mi propio remordimiento puede prevalecer ante la trascendencia de mis acciones.

Un día, un hombre que se creía sabio osó intentar darme una lección: "El odio jamás es buen consejero, debes apartarte siempre de su vía fatal" osaba afirmar. Pero los inviernos pasaron, y fue olvidado, del todo, yo me encargué de que así pasara.

Y continué.

¡Tontos hombres estos! Pertenecen al Reino y, sin embargo, son tan pueriles, siempre perdidos en sus pequeñeces y desidias, tan monumentales como la misma naturaleza a la cual niegan para no enfrentar la gran pregunta, que yo me he hecho y respondido ya un millón de veces.

No soy nadie. Quizás un servidor más del que no puedo entender, y no existe y no hace ninguna diferencia. Trashumo la niebla de los tiempos, nadie me conoce, nadie lo hará; nadie debe hacerlo, sólo sé el camino, no adonde me lleva.

¡Y el camino está tan claro hoy! Parece el cielo en la Tierra, pero no, porque no es mi destino.

Yo nunca veré el cielo.

martes, diciembre 05, 2006

Terreno Sagrado (1)

El hombre Invisible


¿Puede un ser humano transcurrir por completo sin dejar rastro?

Estaba sólo a unos pasos de él.

Alrededor de la iglesia donde estaban, la catedral de Colonia, la ciudad vivía una agitada noche de sábado, típica de la temporada de verano.

Lo que se había iniciado como una apuesta entre compañeros de investigación, en una noche de bar en lunes lo había llevado hasta aquel irreversible punto.

De todos los operativos en la comunidad de Inteligencia Internacional, el único lugar del mundo donde la muerte está tan a la venta como la vida, este hombre era una leyenda negra.

había aparecido por primera vez en la escena cuando, seis años antes, un tiroteo en la Puerta de Brandemburgo le había costado la vida a varios compañeros suyos, quienes habían intentado aprehender a varios potenciales miembros de un nuevo grupo terrorista surgido de, aparentemente, un entorno de elite dentro de las potencias europeas, financiado por fuentes demasiado altas para ser alcanzables.

Desde entonces, se le había relacionado con una serie de actividades cada vez más arriesgadas y sin un propósito común aparente, en especial para los especialistas en criminología:

Es casi como si tuviera una causa justa por la que pelear, había dicho uno de ellos, un francés del Deuxieme Bureau cuando lo consultó, antes de que el mencionado fuera asesinado en circunstancias poco claras.

Lo cierto es que quien siguiera el rastro de este misterioso asesino o sus asociados terminaba innegablemente muerto.

todos, menos él.

había llamado su atención por segunda vez cuando, en Malta, el castillo de veraneo de una poderosa familia de financistas suizos fue atacada y reducida a cenizas por una armada de mercernarios venidos de ninguna parte, que, al parecer, buscaba eliminarlo junto con sus asociados.

Y desde entonces, salvo misteriosas apariciones, era poco o nada lo que se sabía de él.

Millones de cuentas bancarias registradas, a un enorme costo, ofertas de asignaciones soltadas por la red, conversaciones fragmentadas captadas por agencias secretas, movimientos apenas mencionados y dificilmente notorios en China, primero, donde un atentado contra el presidente del partido fue misteriosamente contenido y, un año después, en la India, donde una oficina de correos fue volada, pero, por increible que sonara no hubo ningúna víctima mortal.

Aunque lo realmente saltante fue la muerte del nuncio apostólico.

Cubierta para la prensa y los medios, las agencias de inteligencia de todo el mundo descubrieron, unas cuantas horas después, que la seguridad del vaticano había sido comprometida por alguien que no había podido ser identificado ni rastreado.

La pista que los puso sobre aviso fue la forma en que el nuncio fue asesinado, su cuello cortado desde ambos lados con una navaja extremadamente filosa y delgada, de una factura poco común, cuyo patrón de corte era extremadamente poco frecuente.

Y ahora, está arriba, en el campanario...

Nordstrom sintió su pulso acelerarse, el momento de la verdad se acercaba. Blandió su arma apuntando hacia adelante, quien fuera que lo esperara arriba era extremadametne peligroso.

Dudó por un segundo pero luego avanzó, internándose en terreno sagrado.

jueves, octubre 26, 2006

Encuentro en Alamut


Había dejado al caballo atrás y, tal como mandaba la tradición para los no-creyentes, los Kaffir, debía caminar hacia el monte, hacia lo que hacía casi mil años había sido nada menos que un orgulloso bastión del Islam.

En realidad no del Islam sino de quienes, como siempre, pretendieron servirse de cualquier modo de creencia, pensó.

El ascenso por la cuesta, en medio de la silenciosa mañana fue arduo y largo, había llegado a la Hondonada, partiendo desde la estribación montañosa que se alejaba, primero hacia el este y luego al norte, de la ciudad de Qazvin.

En su trayecto por la ciudad, tratando de pasar desapercibido en medio de todo (cosa practicamente imposible de hacer para un Kaffir) había visto varios de los viejos castillos, de las ruinas de la secta, la huella de conspiradores entre conspiradores y un cierto sentimiento de aprehensión lo había recorrido.

El mismo sentimiento de aprehensión que había sentido cuando, aquella vez en Brandemburgo, fueron emboscados por los agentes de aquel bando sin nombre a quien prefería llamar, a falta de mejor nombre Los sabios.

La ladera que había optado por trepar era bastante más empinada de lo que a primera vista se había imaginado, compuesta casi totalmente de capas de granito y dolomita. Lo cual dejaba a los crampones y al martillo poco por hacer, confiando, practicamente del todo, en sus manos.

Debajo de su traje de montañista, azul y negro con pequeños tintes de rojo en los bordes, el peso de la espada que el Imán de Mecca le había dado (un extrañísimo objeto que confiar a un Kaffir) agregaba otra dificultad más a la escalada.

En un último momento, casi de desesperación, había reparado en el reborde de la pared que se abría hacia su derecha, dándole una pequeña rendija por donde ascender eludiendo una vertical que, sin miramiento alguno, se elevaba incólume, cual un inenarrable torreón que había resistido todo, incluso al tiempo.

Y es que... en los tiempos antiguos sólo un arquero bastaba para defenderla. había dicho uno de los muchos historiadores, que, engañados por la leyenda o la prestidigitación de los propios ismailies, había creído el mito de la invencibilidad del Nido de las Aguilas.

Y, sin embargo, una grieta de más de dos metros de altura, practicamente oculta para cualquier observador sin el suficiente cuidado se abría como un pasaje directo a las entrañas de la bestia.

Es como si hubiese sido puesta aquí a propósito, pensó Byrne.

Una voz en árabe resonaba a lo lejos, esparcida por toda la grieta, tal que no se podía rastrear su fuente.

Nada aquí es casual.

Avanzó, acuclillado, tanteando cada pulgada del terreno, su PYa abría el camino, pero sin ser capaz de sentir nada, ninguna presencia, el lugar olía a vejez y a muerte, de un modo tan marcado que parte de él se preguntaba si había valido hacer tal Hajj sin motivo alguno.

Ese pensamiento fue el que finalmente, lo traicionó.

La niebla blanca de olor dulzón lo sorprendió, en un instante atrapado entre confusos pensamientos luego echados a perder por el efecto narcótico.

Todo se llenó de una oscura placidez, lenta y abigarrada primero y sólo difusa después, como algo alejado de su centro y de pronto, se detuvo...

...¿Dónde está la espada?

Pensó en la espada por un segundo, mientras la sensación de ingavidez lo invadía, estaba lejos ya... lejos de todo: de la cruzada de los asesinos y las negociaciones de los sabios, de la influencia de Kahled, de la espera de Kaya, de la mirada compasiva de Irina, del Odio de Andric...

El universo estalló.

Abrió los ojos, o pretendió hacerlo.

Alrededor suyo, lo que había sido el jardín de las huríes era ahora una visión fantasmagórica, flamas oscuras lo consumían todo y detrás de estas fuegos fatuos ardían hasta perderse en la nada, no, era peor.

Las flamas no sólo lo consumían todo, sino comenzaban a devorar la realidad alrededor, el espacio parecía distorsionarse y cuando estiró la mano para tocar una forma que le había parecido una flor roja, esta se disolvió en un torrente de colores disconexos.

Pudo sentirla al fin.

Desenvainó la espada, dispuesto a alejar su propia oscuridad por la fuerza de ser necesario.

La visión mutó, convirtiéndose de pronto en un oscuro y bladío páramo, un desierto, estático en el viento, bajo un cielo sin estrellas, se sentía flotar en medio de la nada mientras la brisa del desierto, helada, lo desgarraba ora con el frío, ora convertida en furioso Sirocco.

Pronto el dolor fue desplazado por el ardor y luego por el silencio, el silencio de la muerte, que huele a dalia.

Entonces lo entendió.

Envainó.


Alrededor suyo, la visión coalesció, hasta regresar al gris del granito, que, una vez atravesada la grieta, se expandía en una cámara donde flores negras y hierbas se arracimaban en las paredes.

-Sorprendente Kaffir, realmente impresionante.

El viejo, sentado sobre un almohadón frente a él, abrazaba una vara de madera de cedro, pintada de negro, algo que, probablemente, había sido un báculo.

Byrne lo miró, inquisitivo.

Sobre su cabeza se ceñía un turbante otrora blanco, ahora casi gris de lo maltratado que estaba y su traje, también blanco, dejaba entrever un cuerpo enjuto y cetrino.

-¿Nada qué decir, Kaffir?

-Tengo un nombre, Imán, ¿debo llamarlo Sabbah?

-Ambos sabemos nuestro verdadero nombre, así que no veo necesidad en usarlo.

-Muy bien, maestro.- dijo Byrne, asintiendo con la cabeza. Con un movimiento sorprendentemente fluído sacó la espada de su cinto y se la entregó, junto con la guarda.

-El Imán de Mecca me dijo que usted tenía algo que ver con esto ¿qué es?

-En el fondo de tu corazón lo sabes Kaffir, mira claramente...

Byrne miró la guarda tallada, con aplicaciones de piedras preciosas y figuras de Ifrits y otras criaturas fantásticas y sacó la espada, de mango dorado ligeramente, sólo lo suficiente para distinguir con claridad las curvas del brillo de la hoja azulada, producto de la mejor fragua que esas tierras habían visto en más de mil años.

No puede ser. Pensó

-Eres demasiado transparente Kaffir, puedo verlo en tu rostro.- Dijo el viejo, puedes decirlo sin temor.

¿Por qué el Imán de Mecca me daría esto? Pensó brevemente Chandra, antes de responderle al viejo: -Es la Hoja de Salah-ah-Din.

-Muy bien, Kaffir, ahora, te preguntarás algo con mucha emoción....
...¿Por qué estás aquí?

Chandra intentó proferir una respuesta, pero el viejo fue más rápido y firme.

-Te preguntas sobre todo, ¿por qué un Kaffir como tú tendría el destino de la espada de Salah-ah-Din en tus manos y más aun en estos tiempos,y, aunque no lo creas, la respuesta es simple.

¿Qué quiere decir con simple? ¡nada en estos últimos siete años ha sido simple!

-Si, Kaffir, es más simple de lo que crees ¿por qué no un fiel? ¿por qué no un creyente? está frente a tus ojos y no lo puedes ver, has vivido siete años a la sombra, recorriendo el mundo, peleando junto a otros, matando bajo tu particular código de honor y ¡ahora recibes esto! ¡un regalo digno de un príncipe! y te preguntas por qué....

Chandra se sentó frente a él, mirando a su pronunciada nariz y sus ojos pardos hundidos, coronados por dos espesas cejas grises.

-Kaffir, al final, te darás cuenta de que tu pelea no es por ti, ni por mi, ni siquiera por el Islam, sino por todos.-Carraspeó y luego continuó -al final, mi querido y poderoso Kaffir esto no se trata de a quienes representas sino de por qué peleas y, aunque dudes y esa duda te consuma desde el paso de Bamsaru hasta Brandemburgo y desde all hasta aquí, la respuesta es una y la has sabido siempre. Y es que, Byrne, peleas por nosotros.

Chandra sacudió la cabeza, dubitativo.

-E inclusó si eso fuera cierto, ¿qué tiene que ver esta vieja espada en mis manos con el destino del mundo?- replicó Chandra, Burlón.

-Aun no te das cuenta ¿no? ¿cómo crees que vencisre a la ilusión?-y diciéndo esto le entregó la espada, separando la hoja de la guarda, el deslumbrante brillo azul lo cegó y luego la misma nube blanca apareció.

Silencio.

En la oscuridad de la cueva, el frío viento de la montaña lo despertó.

A su alrededor, la desnudez de la pared de piedra reflejaba los débiles rayos de sol que alcanzaban a penetrar, a su izquierda se abría una galería (quizás un pasaje de la antigua fortaleza que aun se sostenía en pié) que se dirigía hacia otra fuente de luz.

Aquello, si había existido, no había sido real.


Byrne miró su reloj, habían pasado seis horas desde el inicio del sueño.

Sin mediar demora, cogió la espada de Salah-ah-Din y se dirigió, caminando con dificultad, avanzó hacia la salida sin reparar en el trozo blanco de tela que había sido de un turbante que, semioculto por una piedra, yácía detrás de la pared.

miércoles, setiembre 13, 2006

Entrampamiento

-Estamos rodeados.

La voz de Chandra resonó fría en la habitación de la casa de seguridad que habían conseguido en el Soho.

Alrededor suyo, las miradas incrédulas de los otros seis, Kahled más alejado, como calculando un plan. A su izquierda Sergei examinaba su arma con una tranquilidad casi pasmosa y junto a él, Milford, el Hacker del grupo, sudaba y temblaba ante lo inesperado de la situación.

-Alguien nos vendió.- replicó Andric, mirando a todos, tratando de detectar de primera vista, quien había sido el culpable de la infidencia.

-¡Déjalo, Andric!- replicó gritando Konrad -¡lo importante es salir vivos de aquí ahora!
-¡El traídor se denuncia él mismo!- respondió enérgico Andric.

Jacques, por otro lado, contemplaba la escena con una mezcla de tranquilidad y tensión, según Chandra notaba

No había sido el mismo desde Ucrania, pensó.

Y era cierto, Jacques se había limitado a seguir el plan sin pensar nada desde que regresaron de aquel viaje a Ucrania en el que intervinieron en una guerra entre facciones de la mafia, desde aquel instante, se podía decir que Jacques era un muerto en vida, sólo cargando el peso de sí mismo. Ni siquiera en la presencia de la muerte, sólo unas horas antes, había mostrado asomo de emoción alguna.

Teme al que no tiene emociones, le había dicho Ivanov, su maestro.
Pero, por ahora, no hay nada que hacer al respecto.
Continuó, asomándose a la ventana.

En la lejanía (al menos dos manzanas a la redonda, figuras uniformadas se agrupaban y esparcían por las inmediaciones, formándo un perímetro con varios anillos alrededor de la casa, el brillo de los señalizadores laser y los detectores de visión nocturna eran claros en medio de la oscuridad de la noche.

Un automóvil blindado se acercaba a la distancia, probablemente trayendo al comandante de campo o al representante de los sabios para la ocasión: la caída final de los peligrosos terroristas conocidos como Los Asesinos, casi podía ver el titular en letras de molde.

Sólo que no sería así.

Esta operación, al igual que todas las anteriores y todos los atentados cometidos por ellos, eran diligentemente cubiertos por la prensa al servicio de los sabios (al final el dinero es todo lo que cuenta, según ellos) y la operacion pasaría como Entrenamiento o como Misión de Seguridad nacional, como si tan anácrónico concepto aun existiese.

La discusión seguía, aunque Kahled y Sergei conversaban entre sí, buscando una salida al entrampamiento.

Chandra se detuvo.

Las ideas, cual ráfaga, iluminaron su mente a toda velocidad, mientras caminaba -casi corría- hacia el sotano de la vieja casa.

Kahlled lo siguió con la mirada y con, un gestó, le ordenó a Sergei que lo siguiera.

Andric, trás tanto discutir, había caído en un resentido silencio, que era muy típico de él, mientras, Milford, Konrad y Jacques se miraban, inexpresivamente, incapaces de decir palabra.

-Veo que ya han terminado de arreglar sus diferencias.- Intervino Kahled, autoritario. -No tenemos ya tiempo que perder, así que ¡cojan sus armas y preparense!

Todos, de inmediato, aunque con cierta reluctancia, cogieron sus armas, Jacques, una pistola Sig Sauer P228, Andric un viejo y confiable M4, Konrad un AK-74, mientras que Milford y Jacques sacaron Pistolas Glock 17 de uno de los cajones en la habitación.

Al mismo tiempo una explosión remeció el lugar, las luces se apagaron.

-¡Demonios!- gritó andric, esgrimiendo la M4 hacia el otro lado del pasillo -¡Hay que salir de aquí!

Los demás ya se habían puesto en guardia, incluyendo a Kahled, cuya HK plateada brillaba en la oscuridad.

-¡Por aquí!- gritó Sergei, regresando del pasillo que daba al sótano, con Chandra y su PYa detrás de él.

Andric cubrió el pasillo mientras los demás pasaban.

Tres figuras encapuchadas penetraron a la casa rompiendo las ventanas, Andric disparó el M4 de inmediato y una cayó abatida, las otras dos, incorporándose, comenzaron a disparar, olbigando a Andric a cubrirse.

-¡Bajen!- gritó

Chandra fue hacia él y tomando la M4 le dijo:

-Baja tú, yo los cubro.

Andric, asombrado, apenas atinó a soltar el arma.

En el sótano, Sergei les explicaba el plan de fuga a los otros:

-Esta pared da al desagüe general, si la pasamos, podremos salir, pero alguien debe quedarse atrás a cubrir el rastro o nos seguirán fácilmente.

No, él no puede haber pensado eso, pensó Kahled.

-¿Cómo cubrimos el rastro?- preguntó.

-Chandra no me lo ha dicho.- respondió Sergei.

Si, es la clase de cosa que podría hacerlo.

No puedo permitirlo,
, pensó.

Otra explosión, esta vez más cercana, sacudió la casa.

Chandra bajó corriendo las escaleras.

-¿Por qué no han salido aun?- preguntó, casi gritando.

-¿Cómo vas a cubrir el rastro?- preguntó Kahled, sin perder la compostura.

-Simple.- respondió Chandra, inconmovible- abriremos la llave del gas y cuando estén fuera dejaré una granada saltar, se llevará a la casa con ella. Eso cubrirá el rastro.

-¡NO! ¡No puedes estar hablando en serio!- gritó Sergei -¡No puedes sacrificarte por nosotros!

-Alguien tiene que, Sergei, ¡Vayan de una vez, el gas ya está corriendo!

Jacques fue el primero en entrar a la tubería, seguido por Milford. Luego, uno por uno fueron entrando hasta dejar al final solos a Kahled y Chandra.

-Tienen Cinco minutos, luego haré volar esto en pedazos, deben estar fuera del desagüe o la deflagración los consumirá.

Kahled asintió.

-Que sea la paz contigo, Byrne.-dijo mientras se introducía al desagüe.

Chandra salió corriendo del sótano, cerrando la puerta trás de sí.

varios trazadores laser se denotaban en la oscuridad, uno de ellos pasó lo suficientemente cerca...

disparó la PYa dos veces.

Tras arrastrar el cuerpo unos metros y coger su arma -Un Magal- se preparó para lo inevitable. La espada, a pesar de ser un peso innecesario, no podía dejarse atrás. Guardó la PYa y en el bolsillo de su cazadora estaba la granada, asegurada.

Dos disparos desgarraron rápidamente la cortina de silencio, alguien lo había visto.

-¡Demonios!- dijo para sí mientras tomaba cubierto y contraatacaba con su Magal, apenas le quedaban unas 20 balas.

Su atacante cayó, sólo para ser reemplazado por otro más que disparó mientras el corría, buscando ganar la escalera al techo de la casa. Tres minutos habían pasado ya.

Un atacante cayó sobre él desde el otro lado de la escalera, sólo para encontrarse con una bala en la cabeza, sin perder tiempo, cogió su cacerina y arrojó el inerte cuerpo a sus perseguidores, esperando encontrar más arriba.

Están tratando de capturarme, pensó mientras ganaba el techo.

Otro atacante más cayó al tratar de disparar antes que él, agazapado sobre el techo, esperando el momento.

Luego, pudo sentirlo.

El olor a Gas de combustión ya había ascendido por una tubería de desfogue hacia el techo, el lugar perfecto donde colocar la granada.

Luego una voz lo conminó a detenerse:

-¡Alto, Byrne, te tenemos rodeado!

En ese preciso instante pudo percatarse que tres puntos rojos relucían en su pecho, como una invitación a quedarse quieto.

-!Ahora, baja tu arma!

Byrne bajó con cuidado la magal, sacando la granada lentamente mientras lo hacía.

El arma cayó al piso con un estrépito y Byrne pudo ver las luces alejarse de su cuerpo, había sacado el seguro.

1...
los dos guardias se acercaban a él con sus armas en ristre

2...
Uno de ellos, mirando a su mano, parecía darse cuenta, tratando de levantar una mano para avisar a los francotiradores que disparasen.

3...
el segundo, al percatarse, se alejó, dejándolo de lado, esperando que los francotiradores terminaran el trabajo.

y mientras las luces rojas buscaban su objetivo, Byrne, con su último movimiento antes de saltar del techo, arrojó la granada por el tubo de desfogue, en una lenta caída hacia el sótano.

Todo transcurrió muy lentamente...

Primero la llama que nació con la explosión de la granada en el sotano, encendiendo el gas, que se expandió en una tea fulgurante por el tubo, para luego estallar, arrasando la casa con él.

La flama se expandió a otros edificios casi de inmediato y por el desagüe, a toda la manzana, que, de pronto, pareció hundirse ante el poder de la explosión.

Luego, incendiada, la casa se derrumbó.

Los francotiradores, alcanzados por la deflagración, ardieron hasta morir en contados segundos, al igual que todos los soldados en la casa.

A tres cuadras de allí, en el auto blindado, un hombre de cabello cano ordenó al chofer partir, pensando Esto es demasiado grande para cubrirse.

Pero, pensó por un instante, Podría ser, los asesinos muertos, Byrne caído, destruído para siempre.

Pero, a pesar de su estado de euforia, no podía correr riesgos, y marcando un número en su teléfono célular dijo:

-Asegurense que todos han caído, quiero ver cuerpos ¿entendieron?-. Y Colgó. Sumergiéndose de inmediato en secretos pensamientos, mientras el chofer lo alejaba lejos del fuego, lejos del incidente, lejos de la muerte.

A unos cuantos cientos de metros de allí, una figura observaba al auto irse, apenas podía divisarse como una sombra en medio del fulgor de las llamas, su cabello largo ondeando al viento, en su mano derecha un anillo con una piedra roja.

-El subterfugio no durará mucho.- dijo para sí, y comenzó a caminar por los techos, buscando el siguiente paso de la aventura.

martes, junio 20, 2006

Años Oscuros (4)

El paso de Bamsaru se abría inclemente hacia la Tartaria China, un horizonte blanco y rocoso en todas direcciones.

Chandra miro su reloj y con el, el altímetro que había comprado en Alemania el día antes del desastre de Berlin, la daga de acero azul brillaba, tentadora, en la guarda que llevaba al cinto. Cargaba sobre sus espaldas la pesada mochila de montañista que había obtenido por una chaqueta de cuero negro en un pueblo varios miles de metros más abajo.

Su guía, un sherpa llamado Sanzing, caminaba confiado a unos cuantos metros de distancia, aparentemente ausente de la escena, y, lo que era más preocupante para Chandra, mirando discreta, aunque incesantemente a las paredes de las colinas que rodeaban el paso.

"Mala señal" Pensó.

Caminó un par de pasos más, tratando de hacer el menor ruido posible, tanteando con todos sus sentidos el ambiente alrededor. El clima había arreciado y una ventisca gélida venía del norte, de las laderas del Himalaya, por un segundo pensó en la agreste llanura que lo esperaba una vez que hubiese recorrido el paso.

Pudo verlo.

Por el rabillo del ojo, una figura armada, traicionada por el negruzco brillo de su fusil de asalto con silenciador, con un traje de camuflaje blanco casi perfecto, pero no lo suficiente.

Al mismo tiempo, sus oídos le informaban de varias presencias más, cinco o seis, apostadas a ambos lados del paso, esperando en las colinas, incapaces de ocultar por completo su presencia.

La mirada de Sanzing había cambiado, ya no oteaba a las colinas sino apuntaba los ojos hacia abajo, calculando el momento propicio para echar a correr en cuanto los tiros comenzaran.

Chandra no iba a permitirlo.

-¡Sanzing!

El enorme sherpa se giró, lentamentente, hacia él, su mano izquierda permanecía oculta y mientras Chandra lanzaba el puñal directo a su corazón recordaba el casi insignifcante detalle de que Sanzing era zurdo, a pesar de empeñarse en no parecerlo.

La daga penetró sin mayor problema en el pecho del Sherpa, quien se derrumbó con un estrépito sobre sus rodillas, manando sangre profusamente por el pecho y la boca.

Chandra lo detuvo antes de tocar el suelo, al mismo tiempo que los lasers de los francotiradores se encendían recuperándo la daga, abrió en canal el pecho del sherpa, girándose de inmediato y usando el cuerpo de su víctima como escudo frente a los disparos, la sangre salpicaba a sus manos y rostro.

Cargar el pesado cuerpo de su víctima hacia un costado, pegado a las colinas, le tomó algo de esfuerzo extra, el suficiente para eludir las balas que chocaban contra la roca desnuda o se hundían, amortiguadas, en la nieve.

La situación era desesperada. Su posición era vulnerable, el enemigo, en superioridad numérica y mejor armado, ocupaba el terreno alto, abajo, en el camino había pocos o ningún lugar donde esconderse y cargar el cuerpo del sherpa sólo delataría su posición.

Un par de segundos de razonamiento le bastaron a Chandra para darse cuenta del fatal error que habían cometido sus atacantes.

De inmediato arrojó el cuerpo del Sherpa lo más lejos que pudo, mientras, yendo en dirección opuesta, se hundió en la nieve.

La ventisca lo ocultaba y los láseres guía se difuminaban en la tormenta de nieve.

La situación empeoraba para ellos, estaban demasiado lejos, sus intenciones conocidas y sin poder avistar a su enemigo.

Pasó poco antes de que pasara exactamente lo que Chandra esperaba.

Uno de ellos -quizás el lider- alzó la cabeza y cambió de posición, descendiendo un poco por la colina.

Había trepado, aprovechando la confusión, por una de las laderas, pasando a apenas cinco o seis metros del atacante que descendía antes de blandir la PYa que Ivanov le había enseñado a manejar con maestría y tirar dos veces.

El cuerpo inerte del atacante caía inexorablemente por la cuesta, mientras los demás disparaban a tontas y a locas, olvidándose incluso de los láseres guía.

El segundo fue más facil de hallar, parado disparando a la nada a unos veinte metros más arriba, cayó muerto tras ver su cuello sorpresivamente atravesado por una daga.

Quedan cuatro.

El tercero descendió al ver a su compañero caído, disparando otra ráfaga sólo por si acaso, aunque sin poder ver al misterioso agresor, tres láseres guía surcaban el espacio circundante, pasando a centímetros de él.

Disparó una vez la PYa, apuntando a la cabeza de su atacante. Los pasos acelerados de los otros tres indicaban que habían roto toda formación y descendían por la colina a apoyar a sus compañeros.

Tontos.

El segundo, desplomado a pocos metros del primero, yacía boca abajo mientras más sangre manaba a borbotones de su cabeza, el tiro había sido certero.

Cogió el fusil de uno de ellos, tanteando la cacerina más pesda y, acto seguido arrojó a los dos cuerpos cuesta abajo, mientras buscaba apurado una posición segura.

No hubieron disparos esta vez.

Los otros tres habían corrido hacia la otra cuesta, apenas pudiendo reprimir un grito cuando los dos cuerpos les cayeron encima, es más, podía oler su miedo.

Sonrió.

Trás ascender unos diez metros por la colina, apuntó el fusil cuidadosa y discretamente hacia uno de los tres restantes, calculando los movimientos de los otros, su formación denotaba una especie de tríangulo, diseñado para cubrir la mayor área de tiro posible. Sus rastreadores láser se habían vuelto a encender.

Valientes, pero tontos.

Disparó.

Cambiando de inmediato de lugar, pudo oir las balas rebotando contra la roca donde había estado pocos segundos antes y la loca danza de los dos rastreadores restantes.

Esperó.

Contaba los segundos suficientes para desesperar a sus enemigos, oliendo el aire, tanteando, observando claramente sus movimientos, hasta encontrar el gesto preciso antes de hacer su movida final.

Había recuperado su daga antes de arrojar los dos cuerpos al camino y ahora, en el momento culminante, sería su carta de triunfo.

La ventisca disminuía.

Arrojó la daga hacia su derecha, calculando que en su caída, hiciese la mayor cantidad de ruido posible.

Los disparos de sus atacantes resonaron de inmediato, habían apagado sus rastreadores.

Lo hacen bien para estar muertos.

Deslizándose por la colina, se paró y apuntando con el fusíl, disparó, derribando a uno de los dos atacantes restantes, a quien pudo imaginar sorprendido y aterrado mientras sus últimos momentos le comunicaban la noticia de la muerte.

El otro se giró, presto a vengar a su compañero y conociendo perfectamente su ubicación.

No tuvo tiempo a hacerlo

La última ráfaga del fusil de chandra le destrozó la mano y cayó, preso del dolor, hecho un ovillo.

Chandra descendió al camino de un saldo, arrojando el fusil descargado a un costado mientras blandía la PYa, el brillo de su daga refulgía a varias decenas de metros de distancia.

El atacante, en un último acto de valentía blandió su fusil en la mano sana, tratando de dispararle a la embozada figura que, armada con una pistola con silenciador, se acercaba.

Tampoco tuvo tiempo para eso.

Dos disparos hicieron blanco en su mano y su hombro, obligándolo a arrojar el arma, el dolor era insoportable.

-¡¿Quién te envió?!- Chandra había cogido al superviviente del cuello y lo interrogaba ahora, imperiosamente en inglés primero, luego en Hindi, Farsi y Arabe, idioma en el cual recibió respuesta.

-¡Maldito seas, cerdo hindú, asesino de fieles!- y dicho esto, escupió su sangre sobre el rostro de Chandra, quien lo golpeó de inmediato, arrojándolo al suelo y luego pisando sus cercenadas manos.

-¡Dime Quién te envió!- gritó, el rostro de dolor del hombre era terrible, sus ojos vacíos miraban al cielo.

-..cker...leb.- fue todo lo que pudo artícular antes de fallecer, desangrado, en medio del camino.

Sin perder tiempo, chandra buscó su daga y la recogió, poniéndola en su guarda mientras arrastraba los cuerpos a un recodo del camino y los cubría con nieve lo mejor que podía, el invierno se haría cargo del resto.

-Creo que eso cancela el viaje, me temo.- dijo para si antes de terminar de cubrir los cuerpos, dejando la daga con su guarda encima del cuerpo del último abatido, antes de emprender camino de regreso hacia India.

La silenciosa ventisca hablaba de muerte y Chandra, silencioso, la escuchaba mientras, detrás de él, El sol comenzaba a decaer.

jueves, abril 20, 2006

Años Oscuros (3)

No esperaba verla tan pronto.

No esperaba verla y menos aun en esas circustancias.

Bombay, la ciudad que había sido para él madre, amiga y prostituta durante esos años se veía de pronto escasa y ausente, sólo aquella visión lo detenía, como un tonto, en medio de la nada.

kahled sacudió su hombro:
-Es hora, Byrne ¿estas listo?-. Preguntó, la ausencia de necesidad de una respuesta resonaba en su voz.
Chandra Asintió.

Se desplazó, sin preocupación aparente por la bocacalle que desembocaba en la estación de correos, buhoneros y gente de diversos oficios ciruculaba en dirección contraria, parecía ser el único con la urgencia de algo, el único que se detenía a mirar alrededor, oliendo el aire, como si pudiera sentir al polvo de la explosión por venir naciendo.

Concentrate, Byrne, las ilusiones son sólo eso.

la PYa estaba calma y fría en el bolsillo derecho de su chaqueta, no la necesitaría si todo salía bien. Si no cometía un error, nunca había pasado hasta ahora a pesar suyo, a consecuencia de un entrenamiento demasiado estricto y un maestro que era el mejor...

..Hasta que murió...no. Hasta que alguien lo asesinó.

Entramos en fase paranoica.

con los explosivos en posición desde hacía un par de días, colocar la perqueña pieza de cristal piezoelectrico que convertiría todo el lugar en una ruina mediante su activación por un pulso microondas cuyo activador Khaled tenía, esperando sólo la mínima y conveniente señal de Chandra para pulsarlo.

Caminó aparentando naturalidad por la avenida principal, el correo se encontraba aun a un par de cuadras de distancia. Sin saber porque, cada paso se le hacía tremenda y terriblemente decisivo.

Sin darse cuenta cuando, entró en la oficina, estaba actuando en el inevitable automático que demandaban estas situaciones: un montón de cambiantes realidades se enlazaban en su mente y se retorcían para luego desaparecer.

Sólo la acción importaba, sólo el presente contaba.

Salió de la estación faltando 30 segundos para el tiempo convenido por Kahled, cuando una imagen atrajó su atención...

25...

la figura apareció de improviso en la calle, la joven mujer con su vestido floreado de color púrpura y su sombrero de paja, los lentes oscuros.

NO.

23...

Caminaba indecisa por la calle, mirando a los techos, eludiendo a los mendigos, buscando algo

20...

Sonrió, al parecer habiendo encontrado aquello que buscaba y caminó, ya más tranquila hacia la esquina siguiente

La estación de correos

15...

Chandra corría casi desesperado, regresando al lugar, Kahled habría desaprobado tal proceder, no sabía si lo lograría a tiempo...

10

Kaya cruzó la esquina, eludiendo el tráfico, en su mano un pequeño sobre cerrado de color blanco con una rubríca que sin ser capaz de verla, recordaba

NO.

3...

Chandra ganó la esquina, casi pudiendo mirar a través de los lentes oscuros de la mujer, cuya rubia cabellera estaba comodamente atada en un moño, sólo dos pasos más.

0...

La explosión arrasó el vestíbulo de la Oficina central, retorciendo metal e hiriendo vidrio, concreto y carne en un flamígero resplandor.

Kaya despertó, echada en la esquina, apenas fuera de la onda de impacto, pequeños pedazos de vidrio habían caído sobre su vestido y su piel sin herirla. Emergía lentamente, recordando que alguien había evitado que entrara.

-Tenga cuidado...- una voz familiar

-¿Chandra?

Kaya se levantó, ensordecida, alrededor paramedicos y bomberos se afanaban en salvar a cuantos pudieran, la calle hervía de curiosos y victimas

Y él ¿dónde estaría? ¿quién habría sido?.

Aun ensordecida y con los paramedicos acercándose a atenderla, comenzó a llorar.

lunes, noviembre 14, 2005

Años Oscuros (2)

Lo cierto era que, después de todo, algunas cosas debían cambiar para mejor.

En la oscuridad de la habitación, apenas podía oir la respiración algo agitada de ella, la calle estaba tan silenciosa como un cadaver.

"Demasiado sospechoso." Pensó.

Se levantó de la cama,tratando de recordar donde había dejado el arma. Nunca, en seis años de correrías por el mundo había tenido necesidad de ello, el arma, su defensa contra el mundo, su garantía de seguridad.

Y no recordaba donde estaba.

En cuestión de segundos su mente volvió a los instantes en que, en la sala de su departamento, Irina revelaba en él todo lo que se había esforzado tanto en ocultar en esos años, recordaba el brillo gélido de sus ojos azules mirándolo un segundo antes de ceder a las tentaciones de la pasión.

-Debajo del sofá.

Segundos después, halló lo que buscaba, la PYa estaba caída, con el seguro puesto sobre un reborde del sofá ¿Cuándo había puesto el seguro y la había escondido? a menos que...

No.

Estás poniéndo tu pellejo en peligro, muchacho.

Irina seguía durmiendo plácidamente, su cabeza inclinada, como buscando un hombro en que apoyarla, ¿había sido así siempre? ¿por qué ella? ¿por qué en ese preciso momento? no le gustaba admitir lo que estaba a punto de decir.

-Me estoy ablandando.

Siempre, después de terminar enredado con una mujer como ahora, había tenido el deseo, la urgencia, de vestirse y salir, vagar por la calle, no pensar en nada salvo en lo que había por hacer, todo tan fácil. Pero no sabía porque, no quería irse, no quería dejar de mirarla respirar.

Recogió sus ropas desperdigadas por el piso y se vistió, el amanecer estaba cerca.

Cogió una silla de la sala del departamento y la llevó a la haitación, Irina no daba señal alguna de estar fingiendo dormir.

Se sentó, mirando su desordenada cabellera esparcirse mientras giraba a uno y otro lado, buscando calor, mientras su lento y calmo respirar hincha su pecho levemente, Chandra sólo observa, anonadado, el extraño giro de los acontecimientos.

No quiere irse.
No quiere dejarlo atrás, olvidarlo y pensar en aquel hecho como un incidente más, algo que lo aparta de su misión, de su ineludible destino. algo ha cambiado.

Ella se revuelve en la cama, despierta y con ojos brillantes de azul lo mira, sonriendo.

-Bienvenida.